domingo, 15 de febrero de 2009

EL ARPA EN LA COSTA NORTE DEL PERÚ, Y SU REFUGIO EN LA SERRANÍA

La presencia del hispano se produce en Lambayeque el 20 de octubre del año de 1,532. Sabemos por la historia, que estos primeros ibéricos eran hombres de guerra y no de paz. Las huestes pizarristas sólo portaban yelmos en la cabeza, armaduras en el pecho, y arcabuces en las manos; era obvio pensar que estos hombres curtidos de sangre y de aventura, portaran la primera guitarra, o la primera arpa.
Estos instrumentos llegaron después. Conforme se produjo el mestizaje indo- español, la música también se acriolliza, y el hombre de la costa es el iniciador de la aclimatación de las Arpas.
Los últimos reductos de la música nativa se repliega en los contrafuertes andinos, ante la eclosión cálida y singular de la intrusa
y bordoneante Arpa.
Antaras, quenas, pínguilio y pututu, lloran el dominio de una raza en la tristeza infinita de yaravíes, que aúnan su voz del indio andino en sus “harawí” y que terminan hablando el mismo idioma de aquella Arpa, que viniendo donde el sol se oculta, toma su naciente voz peruana en el Arpa Serrana y el Charango, que se adaptan al nuevo idioma musical, en una patria que diversifica su folklore musical a la Costa, Sierra y Montaña.
Dejemos en su soledad de puna y de piedra a esa hermana Arpa, que se afincó en la cordillera, que se lleva sobre el hombro; y que tanto ha contribuido a configurar singularmente al folklore musical andino.
Nuestros pasos indagantes y retrospectivos, interrogan: ¿Cuándo aparece el arpa en las cálidas costas norteñas? Por lógica, su inicial puerta de entrada fue la costa, y tras la consolidación de la conquista a principios del siglo XVII la vigüela y el arpa empezaron llegar para endulzar la nostalgia del hispano, instrumentos que más tarde se adaptan a la idiosincrasia del zambo y del cholo, que se vuelven diestros en su manipulación y en su adaptación a la Jarana criolla.
Las ciudades de fundación española hablan empezado a crecer.1 Era el 25 de Abril de 1,700. La hidalga y morisca ciudad de Santiago de Miraflores de Zaña celebraban con gran boato y pompa 137 años de su fundación. Por el puerto de Chérrepe llegaban de España en forma directa la muy lujosa mercadería para tales celebraciones, y junto a ella, las panderetas y castañuelas con su gracia andaluza, algunas guitarras “PAL? cante jondo”, y una que otra Arpa, con su bordón moruno y escondido.

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