domingo, 15 de febrero de 2009

TRADICIÓN ETENANA POR RICARDO PALMA SORIANO


LAS CAMPANAS DE ETEN

Magdalena de Eten, es en el Perú uno de los pueblos que más han llamado la atención de los viajeros; pues a alguno se le ocurrió, en comprobación del origen asiático de la América, afirmar que los etanos, como ellos se dicen, o etenanos, como más generalmente se les llama, hablan la misma lengua que los hijos del Celeste Imperio. Tal fábula llegó a ser tomada como realidad por todos los que no han querido hacer una seria investigación.

La verdad es que los etanos son hoy los depositarios de la lengua y tradiciones de los antiguos yungas y que cifran su orgullo en permanecer leales a su origen. Aunque la lengua yunga era en un tiempo hablada por numerosos pueblos, así los conquistadores cuzqueños como los españoles se empeñaron en hacerla desaparecer. Por lo demás, no hay semejanza entre el yunga y el chino.

Magdalena de Eten es un pueblecito de pescadores y tejedores de sombreros, petaquillas y otros artefactos de paja. Hállase situado en un arenal y en una época de amagos piráticos, el virrey ordenó a sus habitantes que abandonasen la plaza para no ser forzados a proporcionar víveres a los enemigos o víctimas de alguna violencia. En ningún cronista hemos visto comprobada la noticia de que en su Diccionario Geográfico da el señor Paz-Soldán de haber sido destruída esa población por la arena.

En 1649, gobernando el Perú el virrey y conde de Salvatierra, aconteció en Eten un prodigio, sobre el que se levantó sumaria información, que Córdova y Salinas copia en su crónica franciscana.

Fue el caso que la víspera de Corpus, el cura fray Jerónimo de Silva Manrique y las quinientas almas que formaban el vecindario de Eten, vieron en la Hostia la divina imagen de un niño muy rubio, con una tuniquilla morada.

D. Andrés García de Zurita, obispo de Huamanga y a la sazón electo para Trujillo, ordenó se conservase la Hostia en la Custodia, hasta que él pudiese ir a Eten y celebrar suntuosa fiesta.

En uno de los cerros de arena o médanos de Eten, vense dos grandes piedras que, golpeadas con un martillo, tienen la vibración de las campanas. Los etanos, para encarecer más el prodigio de la aparición del Niño, dicen que cuando ésta se verificó, los ángeles repicaron en dichas piedras, imprimiéndoles el sonido metálico que hasta hoy tienen.

Las dos piedras, son conocidas con el nombre de las campanas de Eten.





RICARDO PALMA SORIANO

Nace en Lima a los pocos años de la independencia del Perú, de presunta ascendencia negroide. Desde joven tiene escarceos con la politica desde el bando de los liberales, lo cual le lleva a participar en una ridícula conjura fallida contra el presidente Castilla que resulta en su destierro a Chile durante tres años. La política le deparará los cargos de Consul del Perú, Senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra.
Pero fueron las letras la actividad en la que destacó. Desde temprano empieza a escribir poesia y piezas teatrales, asimismo a realizar colaboraciones en periódicos del país. Tiene una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico columnista y uno de los baluartes de la sátira política peruana del XIX. Empieza colaborando en la hoja satírica El Burro para ser posteriormente uno de los principales redactores de La Campana. Más delante funda la revista La Broma.
Tambien es un colaborador asíduo de publicaciones serias como El Mercurio, El Correo, La Patria, El Liberal, Revista del Pacífico y Revista de Sud América. Tambien actua como corresponsal de periodicos extranjeros durante la Guerra del Pacífico.
En 1874 se ve publicada la primera serie de su obra capital Tradiciones Peruanas.
A lo largo de su vida va publicando artículos historicos, trabajos de investigacion como Anales de la Inquisición de Lima e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad peruana del español.
El éxito cosechado por sus Tradiciones y su incansable quehacer intelectual convierten en una figura reconocida en vida no solamente en su país sino en todo el mundo de habla hispana, que lo acoge como uno de los escritores clásicos de prosa más amena del Continente Americano. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua así como miembro honorifico de la Hispanic Society de Nueva York. En 1883 es nombrado director y restaurador de la Biblioteca Nacional de Lima.
Muere en la localidad limeña de Miraflores, en 1919.

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